viernes, 29 de agosto de 2008

Glasses


El mismo del Tiramisú customizado

Rebotaba, rebotaba, y rebotaba al ritmo de la pasti música en aquel boliche palermitano. A mí me calentaba ver cómo se deslizaba con esos movimientos espasmódicos y, al mismo tiempo, se tragaba la transpiración que le bajaba por la frente para deshacerse en su boca. Lo imaginaba tragando mis fluidos con la misma avidez y me excitaba aún más. Imaginaba su rostro salado y húmedo, quizás con resabios de alguna crema humectante o de un after shave adolescente. Tal vez Old Spice. No podía dejar de mirar su bulto contenido, muy contenido, en ese pantaloncito chupin que destacaba sus piernas musculosas y auguraba un venir generoso. La botella de agua era su única compañera. Bailaba, rebotaba, sobre sus talones, solo. Yo lo miraba fijo. Pero él, nada. Me acercaba, pero él, nada. Me fuí sola. Se fue solo. A los pocos días me llamó para invitarme a salir, aunque lo de “me llamó” no es literal porque me invitó a salir por mensaje de texto. Acepté: miércoles, village recoleta, 21 hs. Él: camisa cuadrillé roja y negra, pantalón chupín. Yo: jean Oxford, remera blanca. Sin corpiño. Antes de relatar el que se convertiría en el beso menos memorable de mi vida, debo decir que yo pagué las dos entradas (lo que no sería tan grave si no se tratase de la primera salida) porque el “no tenía cambio”. Entramos. Sin pocholos. Sin bebidas. Sin maní. Nos ubicamos: última fila. Títulos. Película principal. De cada cinco escenas, tres eran de sexo. Pero no de una pareja que celebra su amor en la cama. Tríos, fellatios y masturbaciones. Durante la media hora que duró eso, la última fila se convirtió en la más desperdiciada. Salimos con más ganas de tocarnos que de comer. O eso quise pensar. O eso pensé yo. Caminamos algunas cuadras alrededor del cementerio, dijimos (correspondía decir) que la película era un poco fuerte para una primera cita. Seguimos caminando. Seguimos hablando. Hasta que se me abalanzó y me besó. Un beso torpe. Sin saliva. Un beso muerto entre los muertos. Taxi. Cada uno a su casa. Dos semanas más tarde, me invitó a su casa. Venite, comemos algo. Y fui. Auto de Belgrano hasta Ramos Mejía. Estaciono en la puerta de lo que parecía un dúplex. Timbre. Ya voyyyy, grita una voz femenina. Espero. Uno. Dos. Cinco minutos. En eso veo a una señora que viene caminando por un pasillo y va aumentando su sonrisa a medida que se va acercando hasta donde estoy yo. Matías te está esperando, dice, mientras abre la puerta, me deja pasar, y se va. Efectivamente, Matías me estaba esperando pero no como yo me lo esperaba: la mesa, vacía. Él, sin chupín. Un saludo tibio. De ahí a un bar. Una conversación tan aburrida que no me animo a reproducirla. Lo importante es que al rato, por fin, aterrizamos en su casa: ya entonados, ya sin tema de conversación, ya con ganas de vernos desnudos. Escalera hasta su habitación. Enciende la televisión, hace zapping hasta MTV. Se acerca, me abraza y me besa. Mete su mano por adentro de mi musculosa. Y me rasca. Me rasca a la altura de donde debería estar el corpiño que no tengo. De acá en adelante, el relato se vuelve borroso: lo veo soplando el forro de un lado y del otro, y de nuevo de un lado, y de nuevo del otro, como si fuese una manga y él un marinero que no logra identificar de dónde viene el viento; un amigo modesto y algo alicaído, yo fingiendo, él no acabando. La madre abriendo la puerta de la habitación, viendo cómo su nene dormía con una extraña. Me veo a mí, yendo al baño semi desnuda, tropezándome con un juguete del perro de Matías que hacía piquipiquipiqui en un volumen inexplicable para su condición, pateándolo para silenciarlo, y después, encima, comprándole un Geniol porque ni bien se despertó dijo que le dolía la cabeza.

jueves, 28 de agosto de 2008

La gente que

Escribe Bss, en lugar de besos, me sulfura.

Sandro a medianoche

"Y me importa poco lo que están hablando, porque no preciso de ningún contrato. Para amar me alcanza, con que estés conmigo..."

miércoles, 20 de agosto de 2008

Shhhhh

Este espacio está muy aburrido. Me aburre leerlo. Me aburre actualizarlo. Es que, claro, yo estoy aburrida y el aburrimiento hace metástasis al sitio. Básicamente, estoy aburrida de hablar. De insinuar. De confesarme. De contar historias propias y ajenas. De aburrirme. Podría seguir inventando cosas sobre mí. Creando personajes con gestos y muletillas robadas. Describiendo situaciones y lugares que visité. Reflejando, en algunas líneas que suenen más o menos bien, mi estado de ánimo. Mezclando realidad y ficción. Podría hacerlo. Pero estoy cansada. Casi sin voz. Con más ganas de escuchar que de decir. Creo que es un buen momento para hacer silencio.

martes, 19 de agosto de 2008

Al sístole y al diástole de mi corazón

Hay Dolores que matan.

viernes, 15 de agosto de 2008

La diferencia entre vos y yo

Es que yo pienso en vos
y vos pensas en vos
Así, no.

No más Liz Solari

"Él siempre me trató como a una muñeca, perfecta de la cabeza a los pies, con pelo de Barbie y zapatos de cristal. Pero no veía mi corazón. Fue tan superficial que enloquecí y decidí hacer lo que yo quiero: vestirme como quiero y cortarme el pelo muy corto. Ya no soy más su muñequita para mostrar"

jueves, 14 de agosto de 2008

Sobre el amor y la distancia. O la distancia del amor.

Mi amiga Anita se fue a trabajar tres meses a un centro de Ski en Colorado y conoció a un Húngaro que le voló la peluca. Se pusieron de novios la primera vez que se besaron. Al otro día, ella abandonó a su roomate japonesa que se bañaba una vez por semana y se mudó al departamento de él. Mucho no se entendían porque el no hablaba español y ella apenas algunas palabras en inglés pero curtían bárbaro así que eso no importaba demasiado. Era raro verlos en las fotos a él tan rubio, tan europeo, tan alto, al lado de mi pequeña y morochísima amiga. Cuando terminó el work and travel program cada uno regresó a su país de origen, no sin antes hacer un pacto que incluía un encuentro en Budapest en el verano y fidelidad (algo que, con la distancia y el tiempo, termina convirtiéndose en castidad). Así estuvieron un año. Un año de Skype, Messenger, Facebook y Flickr. De conversaciones a medianoche. Un año de no compartir más que un chat en el que “hablaban” sobre diarios distintos, sobre cumpleaños a los que fueron solos, anécdotas de amigos que ninguno de los dos conoce. De cuánto calor hacía acá mientras allá nevaba. Un año de no verse ni tocarse, aunque esto último lo hacían seguido. Virtualmente, claro. Acomodaban sus web cams, se desnudaban, y empezaba la función. Ella se vestía para él y se divertía escuchándolo decir frases como “muestrame tu tajo, chiquitita”, en un español tan forzado como oportuno. Nunca acababan al mismo tiempo pero igual se sentían unidos. A su manera. Unidos.
Mientras Anita me contaba esta y otras cosas a mí me surgía una alegría vergonzosamente egoísta de no estar en su situación. Hubiera querido decirle que para mí era una locura, que esa relación no tenía futuro y que era sobrehumano (y hasta ridículo) el esfuerzo que estaba haciendo, pero no me animé. Llegó el verano y ella cumplió con su parte del trato: viajó a Budapest. El la estaba esperando en un departamento que había alquilado para la ocasión. Mucha familia, mucho recorrido por lugares típicos, mucha cerveza, mucha páprika, mucho sexo no virtual. Gemidos face to face. Una semana antes de regresar a Buenos Aires y no verlo nunca más, Anita me escribió un mail. Decía que estaba feliz de estar ahí pero que al mismo tiempo se sentía triste porque sabía que pronto se separarían una vez más y que creía que no iba a poder resistir otro año más así. Me preguntó qué haría en su lugar. Menos mal que no le respondí. Todo lo que hubiera argumentado en ese momento lo utilizaría hoy en mi contra.

martes, 12 de agosto de 2008

Meredith dixit

Okay, here it is, your choice... it's simple, her or me, and I'm sure she is really great. But Derek, I love you, in a really, really big pretend to like your taste in music, let you eat the last piece of cheesecake, hold a radio over my head outside your window, unfortunate way that makes me hate you, love you. So pick me, choose me, love me.

lunes, 11 de agosto de 2008

Me llama una mina con el mismo nombre que la ex ministra de economía y apellido burgués, alegando que es periodista de una revista teen. Me pide una información de prensa. Le pido el mail. Dice: sunombreyapellidoburguésarrobayimeil (hace una pausa y aclara) gemeil puntocom.
Detesto ese tipo de aclaraciones. ¿Acaso hay alguien que no sepa la correcta pronunciación de Gmail? ¿Por qué no me aclaró, de paso, que era mail con a y no con e? Estoy segura de que la muy idiota dice colorado en lugar de rojo y embriash en lugar de embriague.
Igual, lo que más me fastidió fue su tonada de novia de jugador del CASI que llegó hoy a la redacción bronceada por el partido de ayer pero a las puteadas porque su pareja se fue a festejar con el equipo y otras regias que debe haber levantado por ahí.

viernes, 8 de agosto de 2008

Un día como hoy

Conocí al quinto hombre más lindo del mundo. Y me enamoré.
Salud.

lunes, 4 de agosto de 2008

Este espacio

Se está desmaterializando. Por algo será.