Hay un momento en el que todo se vuelve borroso y cualquier gesto de amor, despojado de su sentido más genuino, es percibido como un acto mezcla de agradecimiento con (el término es fuerte pero oportuno) lástima. Es cuando las palabras se convierten en las principales sospechosas, y la duda, en la verdad más absoluta. El mismo instante en el que la espera se cansa de esperar, y el deseo de escuchar y de recibir, se endurece. Ahí, en esa situación, en esta, no me queda más que ceder. Diría “soltar el globo” pero es una frase que detesto. Entonces, cedo. Me dejo llevar. Digo que sí. No pregunto. No hago cálculos. No proyecto. No hablo en plural. Boicoteo cualquier intento de acercamiento. No respiro. No me reconozco. Siento que estoy muerta.
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1 comentario:
Salud!
ot.
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