domingo, 29 de marzo de 2009

Motivos para no estar conmigo

Quiero ser madre antes de los treinta.
Quiero ser madre antes de los treinta.
Quiero ser madre antes de los treinta.
Quiero ser madre antes de los treinta.
Quiero ser madre antes de los treinta.
Quiero ser madre antes de los treinta.
Quiero ser madre antes de los treinta.
Quiero ser madre antes de los treinta.
Quiero ser madre antes de los treinta.
Quiero ser madre antes de los treinta.
Quiero ser madre antes de los treinta.
Quiero ser madre antes de los treinta.
Quiero ser madre antes de los treinta.
Quiero ser madre antes de los treinta.
Quiero ser madre antes de los treinta.
Quiero ser madre antes de los treinta.

viernes, 27 de marzo de 2009

Borrador 1

La última vez que nos vimos fue en aquel hotel cinco estrellas que si no perteneciera a la tan reconocida cadena internacional podríamos confundirlo con el Bauen. Primero dije que no pero después subí. Y ahí, en tu habitación, pasó lo que no pasó.
Anoche soñé que vos estabas de visita en Buenos Aires y que arreglábamos para ir juntos al cine. Cuando llegó la hora de salir de casa para encontrarme con vos (que estabas abajo, esperándome, con tu pelo más gris que nunca, una camisa blanca, y un pañuelo en el cuello), me di cuenta de que había ladrones en mi casa. Yo te miraba por la ventana y me angustiaba por no poder avisarte lo que estaba sucediendo. Me desperté sin saber cómo había terminado todo. Sé que a vos te gustaría leer empezado.
Googleé el significado de robo + sueños y vaticina la pérdida de un buen amigo, pero desconfío. Nosotros nunca fuimos tan amigos ni tan buenos. Siempre quisimos (sí, yo también quise) ser algo más y nunca coincidimos.

Tenes un parecido con Winona Ryder ¿alguna vez te lo dijeron?

Gracias, señor. No recuerdo si alguna vez me lo dijeron (creo que me confundieron más veces con Sofía Gala que con Winona) pero que me lo diga usted, sentado en el mismo sillón que yo, me alegra el día, la semana, el mes, la vida.

miércoles, 25 de marzo de 2009

Estoy nerviosa

Hoy tengo una cita. Visto camisa de broderie blanca, jean chupín azul, sandalias azul eléctrico y cartera de cuero fucsia. Gafas negras.

lunes, 23 de marzo de 2009

Dislexia de un lunes malhumorado

-Tengo mesa y cortinas pero casi me quedo sin padre.
-Estoy en pleno proceso de ablande de almohadas. Ver que una está mas amoldada que la otra me genera pena por mí misma.
-Mañana voy a ir a china town con Clau en búsqueda de una bateria tita baratita. Ya saben, de las de cocina. No tengo talento para lo musical.
-Marca registrada: no es "se me va la olla", es "se me va el wok"
-Mejor, olvidemos el London Gate. Clap, clap, clap.
-Estoy a punto de inaugurar una nueva etiqueta que se llame "todo lo que no te digo" o mejor, podría ser, "los mails que no te mando". El descarte, la papelera de reciclaje bloggera. Ya sé: el panteón de los mails no enviados.

-Habemus Home Theatre

-De casamientos:
Si fuera hombre, nunca invitaría a salir a una chica que baila descalza.
Ahora soy mujer y digo que no saldría con un señor que vista camisa negra.
Basta de videos con las fotos de los recién casados cuando tenían cuatro años y los mocos colgando. Tampoco quiero ver las de Bariloche, las típicas de playa, las madres con permanente y los hermanos con botamanga. No, no y no. Voy a un casamiento, no a un cine. No quiero ver algo que no elijo.

-Mi vecina, la que tiene carraspera las 24 horas del día, se llama Patricia, y su hija, Belén. El viernes pidió un remis a las 23 hs para ir hasta Costa Salguero.
-No voy a chinos que no son débito friendly.
-No estoy segura de que sea con
él
-Chantilly es lo más! Hacen masitas con salsa de frutos rojos mmmmmmmmmmmmmmmm
-Necesito comprarme un cenicero
-No se puede ser feliz a las seis de la mañana.
-Hoy, post danza, sale berenjenas con puré.

viernes, 20 de marzo de 2009

Agustín

De ese año, del 98, sólo recuerdo un día. Hago el intento, busco -para contextualizar- títulos de canciones, películas, ropa de moda, y no encuentro. Nada. Soy incapaz de arriesgar qué materias aprobé y cuáles me llevé a diciembre. Qué libro estaba leyendo, si se usaba el cuadrillé o si todavía era la época de los vestidos de jeans y bucaneras. Tampoco sé a qué le tenía miedo. Ahora que lo escribo me doy cuenta de que hubiese querido recordar todo el año y olvidar (para siempre) ése día, aunque después, más adelante, me contradiga. Recuerdo que era viernes porque a la noche daban Rompeportones, y fin de semana largo, porque el 25 de mayo caía sábado. También que fue, ése, el único día de sol de aquel mes.

La directora y él interrumpieron la clase de geografía (en plena explicación sobre el movimiento de las placas tectónicas) para decir que necesitaban una alumna que haga de cocinera. El acto lo estaba organizando segundo año (yo estaba en tercero) pero la chica que se había postulado para ese papel estaba enferma.

El gimnasio de la escuela estaba desmantelado. Era desconcertante verlo así: no había red y los aros de básquet estaban amontonados en la puerta del baño. En el centro, unos bancos dispuestos en forma de cruz, con bandejas de empanadas y pastelitos. El olor a frito se sentía desde el patio.

Parece que va a haber degustación además de primera junta, pensé. El ensayo era casi tan serio como la cara de nuestro rector: sobre el escenario, sentados alrededor de una mesa vestida con un mantel rojo de una tela que encandilaba de tan brillosa que era, estaban los cinco: Saavedra, Paso, Moreno, Belgrano y Castelli. Me costó identificarlo a Agustín: tenía patillas (parecían reales a pesar de ser maquillaje), saco negro y pañuelo blanco en el cuello. Pero no era el único con ese atuendo: todos parecían ser la misma persona. Lo reconocí cuando me sonrió: sus hoyuelos, sus paletas apenas distanciadas; la picardía hecha sonrisa.

Se acercaba la hora del acto y los cursos de iban ubicando por fila, según los años, frente al escenario. Los próceres repasaban la letra en bambalinas. No era mi caso porque mi papel era mudo. Sólo tenía que repartir pastelitos cuando todos firmaran. Agustín me daba charla. Me hacía reír. Me arrinconaba. Me preguntaba cuándo iba a salir con él. Le prometí que muy pronto. Y ahí mismo hicimos una apuesta: yo me haría de Racing el día que nos diéramos un beso. Dije que sí porque sabía que eso no iba a suceder. Supe que él era Castelli al final del acto.

Hacía frío y había sol. A la salida estábamos todos en el kiosco de al lado del colegio. Ese era el lugar de encuentro de cada mediodía. Los chicos se escondían abajo del puente peatonal a fumar y las chicas aprovechaban para enrollarse la pollera del uniforme. Ahí estábamos Agustín y yo. El todavía con rastros de maquillaje y yo con olor a frito en las manos. Me preguntó para qué lado iba. Le dije para Haedo. Y él: para Ramos. Entonces, chau, Perla, hasta el lunes. Las despedidas con Agustín eran lindas. Porque él te estampaba la boca en el cachete y el beso hacía ruido a beso, jamás lo escuché hacer una onomatopeya. Nunca dio un falso beso. Nunca un cachete con cachete. Sus besos eran decididos, húmedos, cariñosos. Quisiera escribir que a mí me daba esos besos en exclusiva pero no es cierto. Igual, ahora lo sé, la vez que me corrió la cara y me dio un beso en la boca, fue diferente. O a mí me gusta pensar que conmigo, esa vez, fue diferente.

Le decían bicho canasto porque cuando nació era peludo y negrito pero yo no me enteré de eso hasta el día siguiente. Era sábado y llovía. Me despertó el teléfono y después mi mamá diciéndome esto: Agustín tuvo un accidente y se murió. Fue el 22 de mayo de 1998. Tampoco sabía que quería ser jugador de fútbol y que por eso entrenaba en Ferro, ni que su familia sabía de mi existencia. Me sorprendió escuchar a Teresita, su madre, cuando preguntó en voz alta quién era Perla. Nos dimos un abrazo muy triste.

Nos juntamos todos en la puerta del colegio, que ya tenía un cartel pegado avisando lo que había sucedido. No recuerdo cómo llegamos el velatorio ni cuánto tiempo nos quedamos. Pudo haber pasado toda la tarde. Me costaba creer que Agustín estaba ahí adentro. Era difícil imaginárselo sin vida, a pesar de no estar viéndolo así: sin respirar, sin sonreír; muerto. Agustín de quince, Agustín de Racing, Agustín sin arrugas. El mismo Agustín que hacía unas horas era Castelli y me había besado.

Si alguien me preguntara si creo que hizo, en su último día, lo que más deseaba, diría que no. A veces lo extraño.

jueves, 19 de marzo de 2009

No soy la única

Mi amiga Paloma reflexiona sobre la incontinencia postmoderna:

No tengo incontinencia verbal, es más, hablo poco. Lo que sí tengo es incontinencia de mensaje de texto. Esto se agrava principalmente los viernes y los sábados por la noche. Mando mensajes desubicados. Le mando a mi novio, al que quisiera que fuera mi novio, a mi amante, a uno que me acaba de dar su teléfono. Me confundo los textos y los destinatarios, o eso te hago creer. Escribo incongruencias, mensajes indescifrables, mensajes vacíos. Al otro día siempre me arrepiento.

Una opinión calificada

Conozco a una chica que después de meditarlo mucho se animó a cortarse el pelo y hacerse un corte muy jugado, algo border. Con un flequillo muy corto y muy lineal que le daba un aire playmobilesco. Cuando llegó a la casa le preguntó, ansiosa, al marido qué le parecía. Él respondió: es interesante como concepto.

Como se imaginarán, esta chica se quedó muy enojada después de haber escuchar eso, aunque no creo que se haya quedado peor que yo cuando escuché a mi ex decirme que estaba ho-rri-ble mientras me estaban cortando cuarenta centímetros de pelo.

Afortunadamente el actual, además de ser mucho más polite y de gozar de un amplio sentido estético, sabe cómo expresarse, cómo decir que algo me queda feo sin siquiera hacerle cosquillas a mi sensibilidad.

-Gordo, cómo me queda?
Me estoy refiriendo a una flor tamaño XL que me estoy probando en la cabeza.
Él me mira detenidamente, me hace girar la cabeza como evaluando diferentes planos, piensa unos segundos, y dice: te queda, cómo decirte, como orbitando. Y sonríe.
Estoy de ese mal humor.

miércoles, 18 de marzo de 2009

Si vienes o si vas

Supe que estaba todo bien la noche que bajaste a abrirme. Y cuando te apuré en la cocina y te dejaste besar. Y cuando me dijiste que no porque te gustaba en serio. Fue un 18. Y ya pasamos tres inviernos.

No sos el centro del mundo, nena.

-Tenes planes para hoy?
-No sé, por?
-Vamos a tomar algo?
-Quiénes?
-Vos y yo.
-Por qué habríamos de ir a tomar algo?
-Era una invitación. Todo bien.
-Tenes novio.
-Como quieras.
-No quiero.
-Ok.

martes, 17 de marzo de 2009

Hoy, función: El Fantasma de la Ópera

Yo puedo ser tu fantasma y vos mi ópera. Aparecer un día, tal vez hoy, para cumplirte un deseo y desaparecer. Protagonizar la misma obra. Sólo por esta noche. Salir a escena sin haber ensayado. Enredarnos en bambalinas y besarnos musicalmente, siguiendo las inflexiones de la voz de quien sea que esté cantando. Besarnos mucho, hasta sonrojar al telonero. No hacer intervalos. Besarnos con odio. Encarnar a dos personajes que se quieren pero se odian. Besarnos con fuerza, con desprecio, con asco, con amor, con culpa. Fundirnos en un sólo ser, víctima de la luz guía. Ser fantasma y opera con la conciencia de saber que esta función es pre estreno, estreno y despedida. Con el vértigo de tener que dejar todo en el escenario porque no va a haber próximas funciones. Sólo por esta noche, yo, tu fantasma; vos, mi ópera.

lunes, 16 de marzo de 2009

Chau

Esta no iba a ser una carta de despedida. Antes de comenzar a escribirla pensé mucho qué decir, probé varios tonos, ensayé frases más o menos correctas. De derecha. Amables. Un poco para evitar que me tildes de impulsiva y otro poco porque, en realidad, cuando empecé a escribir esta carta, cuando todavía no era de despedida, no sabía que lo que quería era, justamente, despedirme de vos. Ahora que lo sé, me veo en la obligación de argumentar, de decir por qué quiero dejarte. Por qué quiero alejarme, si es que puedo alejarme aún más. Estoy incómoda. No me siento bien en este lugar de defensora de mí misma. A decir verdad, no tengo muchos motivos. O sí, y lo que sucede es que tengo mala memoria. Se me ocurre hablar sobre lo importante que es, para mí, coincidir, estar en la misma sintonía, vivir en simultáneo: querer de la misma manera al mismo tiempo. Me corrijo y digo que cada uno tiene su forma de querer. Entonces: de querer al mismo tiempo. Olvidémonos de la manera. Vos a tu manera y yo a la mía. Yo, así: sofocante, ansiosa, tajante, con dolor en el pecho, con ganas y plazos. Vos, asá: de menor a mayor, de más lento a menos lento, de nada a un poco y hasta ahí. Nunca mucho. Con verbos en condicional y puntos suspensivos. Sigo incómoda. Ahora se me ocurre agradecer, porque si bien quiero decirte adiós, corresponde que agradezca lo bueno que me diste. Aunque debería decir, lo bueno que supe sacar de vos, que no es lo mismo. Vamos, vos sabes. Me las hiciste todas y yo seguí a tu lado. No sólo me fuiste infiel alevosa, descarada e impunemente sino que no lo ocultaste, hiciste todo lo posible por hacerlo evidente. Y ni siquiera pediste perdón. Teorizaste acerca de tu concepción sobre la libertad y dijiste cosas como “no es en contra tuyo, es no querer decir que no por compromiso”. Claro, es querer todo el abecedario. Es la no voluntad de elegir una letra. Quise decir eso que escribí: no es incapacidad, es no tener voluntad. Y después, para rematarla, para no quedarte con culpa, otra oportunidad. Un bis de una canción con estribillos tristes. Me probaste, una vez más, te probé, por última vez, yo. Y ahí tu conclusión menos comprometida y más cobarde: no estoy a la altura de esta relación. Muchas veces intenté convencerte de que eso no era así. Que, a pesar de todo, vos también me aportabas mucho. Hoy ya no pienso lo mismo.

Escuchas en la Perla Jaus.

20 añitos. Todavía tiene dientes de leche.
¡Pero qué dientes!

viernes, 13 de marzo de 2009

Tentame que me gusta

Me molesta supinamente no tener antojos. Tentación, volvé. En forma de galletitas, como sea.

jueves, 12 de marzo de 2009

Primeros Auxilios

Me hubiera gustado estar el día que te cortaste la mano en la oficina, llevarte a la salita, ser la enfermera que te atendió, lamerte la herida, chuparme tu sangre, recetarte 48 horas de reposo en mi cama, y llegar a casa y no sacarme el uniforme; dejarme abusar por el paciente con la nariz más perfecta que alguna vez haya visto y sorprenderme ante tanta resistencia, rogarle que vaya más despacio, que abra los ojos, que me mire y me toque lo más despacio que pueda, y sonreír al sentir que no se come las uñas, y morderle las orejas, y pestañar sobre sus pestañas tan jóvenes, tan rubias, tan ingenuas; arrodillarme hasta hacerlo perder el conocimiento y no dejarlo que se vaya, no sin mí.

Love is knowing we can be

miércoles, 11 de marzo de 2009

Miércoles

Estoy muy bien
me sacudo muy bien
hablo muy bien
discuto muy bien
Me enojo muy bien
duermo muy bien
amo muy bien
me caigo muy bien

Cantas muy bien
trabajas muy bien
cagas muy bien
robas bastante bien
Cojes muy bien
respiras muy bien
te quejas muy bien
molestas muy bien

Está todo muy bien. o todo...ya saben.

martes, 10 de marzo de 2009

Haceme upa

Tres más

Otra cosa que me gusta es que te acuerdes los nombres de mis dos perfumes, y que te adelantes para decirle al mozo que por favor sin jamón . Y que no me aburro nunca hablando con vos porque aprendo muchas cosas y después me hago la sabelotodo con mis amigas.

Naturaleza viva

Las rococó son mis flores favoritas. La rosa mosqueta también rankea.

lunes, 9 de marzo de 2009

Cobarde

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No sé cómo hacer
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Para no
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El último mensaje, el que quedó por default en borrador, decía: mirarte.

Impresiones post mudanza

En mi nuevo hogar hay dos pozos de aire y luz. Así lo definió mi hermana arquitecta cuando hizo el plano. Uno da a Av. Libertador y otro a Av. Luis María Campos. En mi primer día aquí no logré identificar si el ruido a bondi viene de una avenida o de otra. Me inquieta un poco el tema. Hablo con mi mamá y me dice, me promete, que me voy a acostumbrar. Me recuerda la primera noche que dormí en un departamento, luego de haber vivido durante veinte años en una casa: el ruido del ascensor no me dejó dormir. Después de esa noche ¿te despertaste alguna vez por el ruido? No. No, y el ascensor siguió estando en el mismo lugar, subiendo y bajando y haciendo el mismo quilombo. ¿Ves? Te acostumbras. Me tranquilizo. Me pido tiempo. Y evalúo la posibilidad de comprarme tapones para los oídos.

Las ventanas tienen una reja que lejos de dar una sensación carcelaria, aportan toneladas de calidez. En cada una hay, colgando, una mini bola de cristal. Cumplen una función meramente decorativa pero a mí me gusta pensar que tienen poderes. En el living, un hogar que invita a contemplarlo y a hacerle compañía. También tengo plantas. Plantas heredadas que ahora dependen de mí. Tal vez, del inquilino anterior. Tal vez, del dueño. Hasta ahora conocí a un solo vecino. En rigor de verdad sólo le vi la espalda (una espalda lampiña y para nada trabajada) y escuché su voz. Duerme justo enfrente de mí y es el responsable de que haya puesto cortinas. No sé su nombre ni si vive solo o con alguien. Sí sé que no está en un buen momento con la que supongo yo es su novia porque en lo que va del domingo lo escuché discutir dos veces. La última frase antes de cortarle el teléfono fue: nena, a vos no te da la cabeza. No sé si hubo reconciliación porque tuve que ir a Easy a comprar un gancho para colgar toallas que ya se me despegó. Todo por no esperar la hora que recomienda 3M para que el adhesivo haga efecto y recién ahí, colgar algo. Por suerte viene con repuestos para ansiosos torpes como yo.

En la heladera hay dos fotos: una de Montmartre, en blanco y negro; y otra nuestra, celebrando la navidad pasada. Un imán que dice Rue Saint Andre des arts, otro de un búho (flamante regalo de mi amiga Clau que, según ella, representa la sabiduría) y ninguno de delivery. Detesto los imanes de verduras: da igual hortalizas o legumbres.

Tengo que decidir el tema cuadros: los pongo, los saco, los saco, los pongo. No me decido si quiero un ambiente más net o si seguir con el liberty (ahora rebautizado “Shabby chic”) también en las paredes.

Me di cuenta de que detesto profunda y enérgicamente las sábanas de color o estampadas. Blancas y lisas está muy bien. Algo es extraño: estrené la cama durmiendo del lado contrario al que suelo dormir cuando lo hago acompañada. Amanecí en diagonal y sin más huecos que el que formaron mis cincuenta kilos. Prefiero echarle la culpa a los resortes individuales y no a la falta de compañía.

Sorpresivamente, el diariero de la esquina (al que tenía pensado ofrecerle ser mi diariero de cabecera) está cerrado los domingos. Mi vecino sigue hablando. Pero no con su novia sino con alguna visita. Hay dos voces. Identifico un parecido a la voz de Formento. Sí, es él: mi vecino tiene la voz de Formento. Sigue el ruido a Bondi. Ahora hay bocinas. Saco la cabeza por la ventana. Miro la bola de cristal como pidiéndole una explicación. No sé de donde viene el maldito ruido. Voy al Farmacity de la esquina. Compro shampoo, dentífrico, un esmalte de uñas color coral y tapones para los oídos.

viernes, 6 de marzo de 2009

Apretados, retrodancing

-Qué vas a hacer hoy a la noche?
-Voy a bailar con mis amigas
-Muy bien. A mover un poco el cucu. ¿Adónde van? ¿a Kika?
-¿Kika? gordo, pareces Walter. Kika no se pone desde el 2001. Vamos a Shampoo.
-¿A Shampoo? ¿No es un gaterío eso?
-Era. Ahora es el nuevo Tequila.
-¡Tequila era un gaterío encubierto!
-Dale, si habrás ido...
-No fui nunca. Ni una vez. Yo era rocker. Iba a Majada Onda y a Mix.

¡Llegó el Bombimóvil!

jueves, 5 de marzo de 2009

Si me tocás, te toco.

miércoles, 4 de marzo de 2009

Bring it back, bring it back

A tres, de los cuatro novios que tuve, les dije que eran el amor de mi vida. A los cuatro los escuché decir lo mismo de mí. Creo que ninguno sabía muy bien lo que estaba diciendo. No digo que no haya sido genuino, pero sí imprudente. Tan sobreprometedor. ¿Acaso reconocerse como un amor más entre muchos amores en la vida de una persona no tiene el mismo valor? No me parece mal ni menos profundo asumir eso: que uno se enamora y ama más de una vez. Deberíamos haber aclarado, entonces: sos el amor de mi vida de equis años. Porque mi vida (y la suya, claro) continuó y ninguno es el amor de ninguna de esas vidas. Por suerte. Para todos. Me parecería ridículo escuchar algo así hoy. Ni hablar de decirlo. En la única situación en la que me imagino diciéndolo es a punto de morir. Claro que no sé todavía a quién. Porque creo que no necesariamente la persona que me acompañe durante veinte o treinta años sea, por default, el amor de mi vida. No sé por qué sospecho que la persona que va a escuchar eso de mi boca, va a ser alguien que no haya compartido conmigo más de dos o tres días.

lunes, 2 de marzo de 2009

A pasitos del Yatch Club

No te confundas, no es represión: es no tener ganas de curtir con vos por las cosas que decís y haces inmediatamente después. Te pones un poquitito como un pendejito agrandadito de yaniyidro y no te aguanto.