domingo, 1 de junio de 2008

Le cambió una letra pero entendió

Domingo. Tres de la tarde. Entro (mientras hablo por teléfono) a un bar en Palermo. Estoy sola.
Me ofrecen una mesa de dos, de la mitad del salón para atrás. Me siento. Corto. Me levanto y me cambio de lugar. Elijo una mesa ratona, también de dos, pero que tiene sillones y está cerca de la puerta. Al lado mío, tres treintañeros que fiché ni bien entré y que ya van por el postre. Le digo a la moza que prefiero quedarme ahí porque veo la calle.

Me atiende otra moza. Hace el vacío correspondiente. Pido una ensalada de palta, verdes, palmitos, tomate cherry y camarones salteados. Un agua tónica y mucho pan. Escucho:

-No es tacaño, es garca.
-No es la primera vez que lo hace. ¿Se acuerdan cuando se fue a Miami, de vacaciones? Pasó lo mismo.
-Ni un Toblerone nos trajo.
-Es un hijo de puta. No tiene vergüenza. Yo cuando me fui les traje algo a ustedes tres.
-No pido el mega regalo: aunque sea una gentileza.
-Al menos, a vos.
-Lo peor es que ayer me contó que había alquilado un Mini Cooper, que estaba recorriendo todo Londres. No es que se quedó sin plata.

A esta altura aún no relaciono voz con cara, pero me imagino que hablan de un amigo (tal vez un polista o un corredor de bolsa) que se fue a vivir a Londres un tiempo y que cuando volvió, no le trajo regalos a sus (tal vez) amigos. Me distraigo cuando llega mi ensalada: es abundante y el plato no es lo suficientemente hondo como para maniobrar. Antes de condimentarla, corto los verdes y los palmitos. Sé que me están mirando. Los chicos. Hacen silencio. Venimos bien: una chica sola, comiendo una ensalada cool, en un lugar cool, con tres sub treinta y cinco, guapos, sentados al lado. Controlo mis movimientos: no me perdonaría un cherry volador. Igual, estoy incómoda: el sillón es muy mullido y me cuesta mantener la espalda derecha. Revuelvo. Siguen:

-Debería acordarse de nosotros, que somos pobres y no viajamos.
-Y por lo menos arañar algo del free shop. Un whisky, unas cartas de sudoku, algo.
-Repito: no es la primera vez que lo hace.
-¿Para vos es motivo de enojo? (el que está pegado a mí, le hace esa pregunta al que tiene en frente)
-Para mí, sí. –determina-
-Estamos criticando mucho, ¿no? (esta vez, la pregunta es para mí, que casi no sonrío porque no sé si tengo perejil entre los dientes)
-Son peores que las minas. Yo me voy después de ustedes, eh.
Ellos sí sonríen. Me miran. Los tres. Ahora, que la mirada es recíproca y que estoy habilitada para espiar, asocio voz con cara, y retengo: sweater Polo azul con caballito bordado en rojo (el que usa eso es el que tengo más lejos y, como estoy sin anteojos para parecer un poco menos nerd, no veo más allá), pantalón de corderoy marrón con remera de algodón blanca con botoncitos (ese es el que está pegadito a mí), remera azul básica, gafas de sol Ray Ban, sentado en frente de los que ya mencioné. No es que me quiera hacer la modesta pero no hay mucho para detenerse en mí: mañanita tejida rosa y beige, jean babucha, zapatillas Nike, el modelo (nada original) del dedo. No make up.
Segunda pregunta:
-Decime. Vos: ¿cómo reaccionarías en mi lugar? –sigue, el que está más cerca de mí-
-Y (hago una pausa) Es motivo de fastidio más que de enojo. Aunque, ahora que lo estoy pensando, acabo de volver de viaje y no le traje nada a mis amigas ni a mis amigos.
Risas.
-Bueno pero contale –entra en diálogo el Polo boy.
-No, no quiero contarle.
Digo:
-Ahora te inhibiste. Ya escuché todo, además. Dale, hablá.
-Pará (dice, enérgico, el inhibido, que es el mismo que está sentado pegadito a mí)
-¿Vos cómo te llamas?
Trago.
-Me llamo Perla.
-Perla ¿Y dónde trabajas?
Respondo.
El que está en frente se saca las gafas y vuelve al tema.
-En realidad nuestro amigo está así porque es la pareja la que se fue de viaje y no le trajo nada.
No puedo no decir nada, sé que esperan que comparta mi visión femenina:
-Ah. Es tu novia, entonces. Hubiéramos empezado por ahí. Sí: definitivamente me enojaría.
Sigue el de las gafas.
-Le cambió una letra, pero entendió.
Pregunto:
-¿Una letra?
-Es que es novio: no, novia –aclara-.
El del sweater Polo, señala a los dos y dice:
-Son gays.
Trato de tomarme la respuesta con naturalidad, como si lo hubiese sospechado desde el principio, dejo de comer, sé que me estoy encorvando. Agrego:
-Igual, me enojaría.
El único hetero, el de sweater Polo –que ahora lo tiene sobre los hombros-, cambia de tema y me pregunta si tengo novio.
-Novio no, pero estoy saliendo con un chico que ahora está en un campo, en Pehuajó, con sus amigos y amigas del country. Espero dos cosas: que me traiga una golosina, y que cuando me muestre las fotos de sus amiguitas, esas con las que pasó todo el fin de semana y no conozco, que nunca vinieron a un cumpleaños, sean parientes de Betty, la fea, o tengan bigotes, o, en resumen, sean incogibles, porque si no, se arma.
Al que no le traen regalos (de ahora en más, pobre, lo llamo así) larga una carcajada demasiado aguda, demasiado obvia.
Para descomprimir, agrego:
-Así, que quedate tranquilo que no sos el único al que lo dejaron solo.
Se ríe, una vez más.
En ese momento llega mi amiga Clau. De alguna manera me tranquiliza verla. Me saluda y le digo que estoy con unos amigos nuevos. Recibe tres besos. No alcanzo a ponerla al tanto cuando veo que los chicos piden la cuenta. Debitan. Se abrigan. Se levantan. Al que no le traen regalos, el de gafas y el del sweater Polo.
-Chau, Perla. Un gusto.
-Igualmente.
-Adiós –dice, Clau, no sin simpatía-
Antes de abrir la puerta e irse, uno se da vuelta y dice: vos sos la que tiene que quedarse tranquila. Ese chico va a volver y se va a quedar con vos. Sabe que tiene caviar en casa.

7 comentarios:

Siesta escandalosa dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Siesta escandalosa dijo...

Doy fe. La parrafada del caviar le salió medio a lo Jeannette Rodríguez pero ya sabemos que a los chicos a los que no les traen ragalos les gusta así. Y son de lo más queribles.
Igual, no deja de asombrarme tu capacidad para las amistades gastronómicas, Clau. Primero los de La Dorita y hoy los de Mott.

Siesta escandalosa dijo...

Otra cosa: vois decís que al de sweater Polo le traían regalos? Me parece que tampoco, Clau.

Soy peregrinaperla dijo...

Puede ser, Clau, que pertenezca al club de los sin regalo, pero igual, me gustó ser, para él, por un breve instante, una porción de caviar. Te lo dije hoy temprano: hago lo que puedo.

Soy peregrinaperla dijo...

Y sí: soy una Perla muy sociable. Mañana me parlo a los que estén comiendo en el Mc Donald's de Pacífico. Yo avisé.

Unknown dijo...

Excelente relato.

Una mirada frívola y actual de la realidad que, debo decir, se reproduce en casi todos tus textos sociales y me produce cierto rechazo.

Aunque me las arreglo y me obligo a leerte, porque siento que aprendo muchas cosas desde tu punto de vista, tengas o no puestos los lentes.

Salu2!

Soy peregrinaperla dijo...

Patto, gracias por pasar aunque sea casi en contra de tu voluntad. Me gusta eso de que aprendes de las cosas que te causan rechazo. por lo demás, podría alegar que uno no es todo el tiempo profundo y reflexivo. Soy frívola cuando la realidad lo es. Y viceversa.