miércoles, 27 de febrero de 2008

Devolvé la bolsa

Casado uno: el viernes es tuyo
P: ya me lo reservé. Nos vemos ahí.
Casado uno: no sé si me retiro para siempre, si bajo la persiana, pero esto de salir todos los viernes, no da para mas!!!!!!!!!!!!!
P: y, digamos que no. Además, se te acaban las despedidas de soltero y todos esos cuentos. Casado uno: va a haber que pensar otras excusas. No puedo llegar todos los viernes ebrio y con olores extraños.
P: ayer hablaba de este tema con el otro casado en cuestión. Dice que la mujer lo huele cuando llega a la casa. De pies a cabeza. Dice que es un sabueso. Tiene motivos: lo encontró sacando la basura, recién llegado de una fiesta, a las seis de la mañana. Le pidió que la abriera. Se negó. Forcejearon. No pudo zafar. Cuando lo hizo, ella sacó un boxer (suyo, de su marido, claro) ensangrentado. Lo echó de la casa en ese mismo momento.
Casado uno: a mí no me pasan esas cosas. Soy un profesional. El, un improvisado.
P: sí, claro. Todos piensan lo mismo hasta que los descubren. A qué venía esto? Ahh. Ya me acuerdo. El tema de los olores. Es curioso. El perfume -que debería ser una fuente de inspiración, de excitación, de preámbulo para respirar otros olores- es el fantasma de los infieles. Nunca le di tanta importancia hasta ahora que, de repente, se transformó en una amenaza.
Casado uno: baby, por favor, el viernes, procurá venir únicamente con el perfume de tu piel.

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