domingo, 27 de abril de 2008

Saico

20:05 Gordo, por donde andás? soy yo, desde la gran manzana.
20:20 Please leave your message after the tone, thanks.
20:30 Hola, otra vez yo, qué pena que no te encuentro. Tengo ganas de escucharte. Intento más tarde, bye.
20:35 Estoy preocupada, te llamé varias veces. Me mandas un mail cuando estás en casa así te llamo? Quizás es el celular que no engancha. Gracias gordito, un beso, te quiero, bye.
20:45 Acabo de chequar mis mails y no tengo ninguno. Se desconectó fibertel? probá con dial up, hago eso cuando falla el cable y funciona. Dale, avisame, te espero online.
21:00 Bueno, mirá. No entiendo donde estás. Ya no tengo más credito en la tarjeta. Cada una sale cinco dólares y en tres intentos se te consume. Hago un intento más. Atendeme, por favor.

21:10 Es la octava vez que te llamo y no logro comunicarme con vos. No entiendo cómo no estás atento al teléfono sabiendo de que existe la posibilidad de que te llame yo, que estoy lejos, a miles de kilómetros de distancia y que, tal vez, necesite algo: el número de la cancilleria argentina, por ejemplo. Porque, no sé, entré al baño de una libreria que está en la quinta avenida, de esas que tienen varios pisos y, sin querer, guardé un libro en la cartera para después pagarlo en la caja y, ups, cuando quise salir, me sonó la alarma y vinieron los guardias y me gritaban en un inglés mezcla con arameo y yo intentaba decirles que no, que no me la estaba robando, i am not stealing the book, que fue una equivocación, pero igual, igual terminé en una comisaria que, no por gringa, es más agradable que una porteña. Ves? No entiendo. Atendes el maldito telefono un domingo mientras leés el diario en la cama y no podés hacerlo un lunes a la noche, cuando la única persona que debería llamarte soy yo. Y no me digas que te estabas bañando porque siempre te bañas a la mañana. Hace cinco años que te bañas a la mañana. O que justo estaba ladrando el perro y no escuchaste el teléfono. Oime bien. Esta vez no te salva el lavarropas, ni la música del vecino, ni tu vieja. Qué? A Ver? Qué tenes para decir? Que estás confundido? Que, en realidad, durante estos días te diste cuenta de que no querés estar conmigo. Sabés que? Si es así, decímelo de una buena vez. Cagame el viaje. Dale. No esperes más. Me da igual llorar en el obelisco, en la torre Eiffel o en la estatua de la libertad. Dale, animate. Hacelo. Si a vos te encanta darme estas sorpresas. Cuando me fui a esquiar, el año pasado, me hiciste lo mismo. Primero te haces el distante, el ocupado. Me decís: pasala lindo, gordita, con esa voz que tiene de todo menos entusiasmo. Después me mandas esos mails informativos sobre el estado de la casa, del tiempo, de las rutas. Hablás del humo, del campo. Nunca un te extraño, nunca un volvé pronto. Cuando yo ya me quedé sin plata para llamarte y vos sabés que no tenes escapatoria, ahí sembras la duda. Está todo bien, gordita, pero la distancia me hacer ver las cosas más objetivamente. Pero quedate tranqui, lo hablamos a tu regreso. A mi regreso las pelotas. No voy a volver de NY para ver la cara de ternero degollado que me vas a poner para dejarme. Cagón. Dejame ahora. Atendeme y decime que no me querés más. Dale. Si tenes huevo, atendeme.

1 comentario:

Siesta escandalosa dijo...

Re Cocteau, Clau. Buenísimo.