Hay una carta sobre la mesa de la cocina que dice estoy con una amiga y en un altillo decorado con nada que llame la atención, dos personas besándose, primero contra la puerta que acaban de trabar, después en un sillón donde queda enterrada alguna remera, alguna media, y ahora están en una cama de una plaza y media, con un póster de un club de fútbol brasilero pegado en la cabecera. Dejan de besarse unos segundos para tomar un poco de Gatorade que acaban de sacar del mini bar, que ahora se convierte en el único elemento memorable del altillo. Se escucha que él le pregunta a ella si la está pasando bien y ella probablemente crea que no, que no la está pasando nada bien, que es el peor placebo que alguna vez haya tomado, pero dice que sí con la cabeza y sonríe, y antes de desvestirse del todo, duda, porque hay mucha luz y apura el trámite sacándose la camisa de un tirón, desperdiciando toda la sensualidad que el gesto amerita, y la apoya sobre el velador, y ahora sí, la desnudez, el no retorno, la verdad, la luz tenue y transpiran, y siguen, y no se quejan por el calor, no se quejan, pero ahora sí porque hay humo y les congestiona los ojos pero no paran, se quejan y siguen, sofocados, hasta que las llamas lo consume todo.
miércoles, 8 de abril de 2009
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1 comentario:
Me gusto.
Muy bueno.
Beso
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