Poesía de un (lejano y talentosísimo) amigo, Hernán La Greca. Enjoy.
DR. FREEZE
Hago hablar a mi padre.
Le pregunto por el color del autito que arrastraba a los siete miembros de la familia atado con un hilo a sus espaldas y que cada tanto volcaba por las imperfecciones de la tierra.
Se detenía para levantar a los caídos o arreglar el vestidito de alguna hermana.
Pero no se acuerda, tampoco, por qué me dejó tan pequeño.
Lo ayudo a recordar. Le hago retroceder hasta la espera del burgués en los pasillos del hospital, interrumpida por la urgente peregrinación de una camilla y el entusiasmo aprendido de la partera.
Miento o también oculto. No le digo lo que más odio de él. Cuando se hacía tarde y debía quedarme a dormir en su casa me despertaba en la mañana para verlo afeitarse apoyado en el marco de la puerta hasta el momento en que, sin aviso, retiraba la vista del espejo y me miraba, inmóvil, mitad hombre, mitad papá noel, como si le hubieran disparado el rayo congelador.
DR. FREEZE
Hago hablar a mi padre.
Le pregunto por el color del autito que arrastraba a los siete miembros de la familia atado con un hilo a sus espaldas y que cada tanto volcaba por las imperfecciones de la tierra.
Se detenía para levantar a los caídos o arreglar el vestidito de alguna hermana.
Pero no se acuerda, tampoco, por qué me dejó tan pequeño.
Lo ayudo a recordar. Le hago retroceder hasta la espera del burgués en los pasillos del hospital, interrumpida por la urgente peregrinación de una camilla y el entusiasmo aprendido de la partera.
Miento o también oculto. No le digo lo que más odio de él. Cuando se hacía tarde y debía quedarme a dormir en su casa me despertaba en la mañana para verlo afeitarse apoyado en el marco de la puerta hasta el momento en que, sin aviso, retiraba la vista del espejo y me miraba, inmóvil, mitad hombre, mitad papá noel, como si le hubieran disparado el rayo congelador.
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