Me hubiera gustado estar el día que te cortaste la mano en la oficina, llevarte a la salita, ser la enfermera que te atendió, lamerte la herida, chuparme tu sangre, recetarte 48 horas de reposo en mi cama, y llegar a casa y no sacarme el uniforme; dejarme abusar por el paciente con la nariz más perfecta que alguna vez haya visto y sorprenderme ante tanta resistencia, rogarle que vaya más despacio, que abra los ojos, que me mire y me toque lo más despacio que pueda, y sonreír al sentir que no se come las uñas, y morderle las orejas, y pestañar sobre sus pestañas tan jóvenes, tan rubias, tan ingenuas; arrodillarme hasta hacerlo perder el conocimiento y no dejarlo que se vaya, no sin mí.
jueves, 12 de marzo de 2009
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1 comentario:
Mucho, genial. Lo hiciste de nuevo. Vi la mano y la sangre, vi la lengua, la cama, el uniforme...
y el resto también lo vi, pero para qué detallar...para eso está el brillante post.
Saludos, una verdadera Perla.-
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