Ahora decís eso, que me alcanzarías la toalla, pero yo sé que después, con el tiempo, ese mismo gesto va a adquirir la apariencia de una costumbre y cada vez que te diga "me voy a bañar" me vas a decir "no te olvides la toalla". Y me vas a terminar odiando (y probablemente, dejando) por mis listas del supermercado, que especifican producto, marca, tamaño y precio, además de prohibir cosas como repuestos de artículos de limpieza y aromatizantes con aroma de bebé. Ni hablar del salame picado grueso y el trapo rejilla en lugar de ballerina. Y ahora te gusta que canturree -decís que te gusta oirme cantar mientras riego las plantas- pero en unos meses, dame unos meses, vas a poner música para tapar mi voz, para no escucharme, para dejar de confirmar que las canciones que canto no son para vos. Y la ventana que se abre, siempre se abre, va a transformarse en una de tus bolsas de boxeo. Y le vas a convidar tomates secos a tu vieja con tal de que se acaben lo más rápido posible. Y no te alcanzo la toalla un carajo, nena. Porque es así, siempre pasa lo mismo: los estrenos se agotan la primera vez, en la primera vez se agotan los estrenos. Ya me probaste, ya te probé, ya podemos detestarnos.
jueves, 11 de junio de 2009
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3 comentarios:
Genial. Y en la mayoría de los casos dolorosamente cierto.
En la primera vez se agotan los estrenos, demoledoramente cierto.
Dale... sonsa...
Siempre es lindo alcanzar la toalla,
para ellos tanto como para nosotras.
Ahora sí, tenía tu cara cuando lo imaginé.
A.-
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